martes, 28 de abril de 2009

...Que veinte años no es nada...




Hay ciertos vínculos que nos unen a las personas de por vida. Son lazos de raso fáciles de desatar. Solamente hay que tirar de una de las puntas para que se deslicen los recuerdos y aparezcan las imágenes que guardábamos en la memoria.
En Extremadura, donde viví hace más de veinte años, o sea ayer, se quedó una parte de mi vida que acabo de recuperar. “Volver…”, como dice el tango, “con la frente marchita las nieves del tiempo platearon mi sien”.
Así que, después de conducir durante ochocientos kilómetros, apareció el paisaje extremeño y se rellenó de jaras en flor, de amigos, evocación y querencias. Han sido días inesquecibles que es la traducción al gallego de “inolvidables” y que utilizo porque me parece que subraya más el sentimiento que yo tengo por todo lo que no se desvanece con el paso del tiempo.
En esa tierra extremeña, concretamente en Plasencia, durante un instante se me encogió el corazón. Fue cuando paseaba por las calles del entorno de la catedral y busqué con la mirada a Lúa, mi perra muerta hace catorce años, y que me acompañó durante todo el tiempo en que viví en esa ciudad. Fue una milésima de segundo. Su imagen impresa en mi fantasía correteaba por una pequeña plaza que olía al azahar de los naranjos en flor.

martes, 7 de abril de 2009

El cajoncito


En plena vorágine de limpieza de mi casa descubro la pereza de llevar ciertas pequeñas cosas a su sitio. Así que hay un cajoncito adonde van a parar todas ellas.
Los botones no encuentran la caja de costura. Ni las gomas del pelo el neceser.
El boli de tinta roja no está nunca en el portalápices ni un par de tornillos y alcayatas en la caja de herramientas. Una tirita de las que vienen de dos en dos que sobró también está en el cajoncito junto a una pequeña figura rota que realmente la necesita. Un mechero, dos y hasta tres que no encienden pero que todavía tienen chispa no encuentran el camino hacia el cubo de basura. Algunas monedas de uno, dos y cinco céntimos no llegan nunca a la hucha, que por cierto esta vacía. Encuentro hasta una agenda vieja que no tiro porque conserva números de teléfono a los que algún día llamaré. Hay también un ladrón de corriente (me gusta el nombre) al lado de una bicicleta de escala 1/12 que necesita reparación. Se me antoja que como estamos en Pascua este cajoncito es como un gran huevo Kinder lleno de sorpresas sólo le falta la cubierta de chocolate pero todo se andará. De momento lo cierro.