Mi padre a sus ochenta años
El 1 de enero 1949 un yate noruego que había salido de Vigo,
con 15 personas a bordo se hundió en la costa de Bayona. Sólo se salvó una niña
de once años que un marinero del barco consiguió llevar a tierra hundiéndose él
después en el mar arrastrado por una ola.
Unos días después del
trágico suceso mi abuela Lola apareció con un perro en casa. Contó que la había
seguido desde el puerto. El perro fue recibido con gran algarabía por los siete
hijos de mis abuelos y allí se quedó
para siempre. Le llamaron Moro y cuando murió le enterraron en el jardín
de la casa familiar que todavía existe.
El perro era precioso, lanudo, de color azabache, esbelto y
se le veía muy bien cuidado por lo que todos se preguntaban quien sería su dueño. Nadie lo reclamó. Así que comenzaron a especular sobre su
procedencia y dada su afición al mar, le encantaba saltar desde lo alto del
muelle del puerto al agua, llegaron a la conclusión de que aquel perro iba en
el yate que había naufragado. Mi padre
siempre sostuvo que aquella historia había salido de su tía Amanda que era argentina y que tenía mucha
imaginación. Pero la historia de Moro se fue repitiendo hasta hoy. Así que a
todos nos ha dado igual que fuese cierta o no.
Hace poco la televisión en Galicia hizo un reportaje sobre
naufragios en el que se recordó el del yate de Bayona de 1949. Consiguieron
localizar a la niña que hoy tiene 84
años. Recordó como vivió aquel episodio y en un momento determinado de la entrevista comentó:
“Sí: murieron mis padres, mis dos hermanos... En total catorce personas... y nuestro perro".