martes, 17 de septiembre de 2013

Últimos días de verano


Las noches han rebajado su temperatura y son frescas como la menta  pero el día sigue cálido como esa rebeca que a veces simplemente te echas por los hombros y te reconforta. Ahora espero los atardeceres más bonitos del año. Esos que siguen sorprendiéndome a través de la ventana orientada  al sur de mi casa. Una paleta de amarillos, naranjas, violetas,  fucsias y azul noche se mezclan con el horizonte marino que observo cada día  alrededor de las ocho de la tarde. Me fascina. Es el  adiós  al verano confundido con la llegada del otoño que se cuela en plan zorrito como quien no quiere la cosa. Más tarde llegará el invierno de zapatillas calentitas y de vistazos al cielo para comprobar que llueve otra vez y otra vez y que parece que nunca termina. Sin embargo la primavera es la única estación del año a la que doy la bienvenida y eso que de ella sólo me gusta que traiga de nuevo flores a mi terraza.
En estos últimos días de verano, mi padre ha cumplido 81 años. Ayer vino a mi casa y me emocionó cuando me preguntó como funcionaba esto del ordenador para escribirle una carta a su nieta  que ha cruzado el Atlántico para buscar trabajo. Así que se puso las gafas y utilizando solamente dos dedos,  como hizo durante más de cuarenta años en el Banco Hispano Americano, escribió la misiva.
-¿Y ahora qué?
- Mira papá, pones esa flechita aquí y le das a esta tecla.

“Su mensaje ha sido enviado correctamente”.