Está desangelada, tanto, como esa enagua pasada de moda que
ella luce como si se tratase de un
vestido de alta costura pegado a su cuerpo. Así que comienza una y otra vez su paseo por el espacio que
marcan las horas. Lo que ella llama
paréntesis del tiempo. Así hasta veinticuatro y vuelta a empezar.
Sus horas ya no son infinitas. Nunca lo habían sido pero
ella siempre tuvo la certeza de que sí lo iban
a ser. Infinitas como el universo.