sábado, 30 de julio de 2011

Lo que queda del día


En el interior quedaban las estancias desnudas solamente decoradas por el paisaje que se colaba a través de las ventanas.
Momentos antes estábamos, las dos, de pié en medio del camino, con ánimo de despedida y sin nadie a quien despedir. Así que vimos marchar la furgoneta cargada con los enseres que se reúnen durante toda una vida hasta que una curva nos impidió seguir observando. Nos miramos y mi hermana se santiguó. Fue un gesto instintivo no sin cierta dosis de pánico. A mi me pareció que quedábamos como un poco desvalidas. Tuve la sensación que el estrecho camino se ensanchaba y que la casa se agrandaba por momentos.
-No puedo ni con mi alma-
-ni yo -




3 comentarios:

Escarabajo y Escararriba dijo...

cuando me santigüé, en realidad me acorde de mi madre cuando le dio las llaves al que vino a comprar la moto de papá para que la probara y no volvió.

ella dijo...

!que barbaridad de cajas!
Seguro que vosotras vais en alguna de ellas.

condado dijo...

Tuve la tentación de según llegaban tirarlas y comenzar de nuevo, el ordenador, la guitarra y poco más... Este dolor de espalda me indica que debí hacer caso a mi instinto... Muchas gracias