lunes, 19 de diciembre de 2011

El recado




Estaba despierta pero continuaba con los ojos cerrados. Arropada con el edredón de plumas tuvo la tentación de no levantarse en todo el día de la cama. Los cristales de la ventana seguían empañados aunque algunas gotas comenzaban a deslizarse dibujando surcos. Afuera hacía frío. Ese primer frío de invierno que coincidía siempre con las fechas navideñas y que abría el álbum fotográfico de su memoria.
Se vio así misma con un abriguito rojo y unas katiuscas negras salpicando en todos los charcos que la lluvia había dejado en su barrio y sintiendo un escozor helado en la cara.
Iba a la tienda de Pepe a por una peseta de piñas para que en su casa pudieran encender la cocina de carbón. Elegiría las cuatro más grandes y se compraría un chicle bazoka negociado con su madre a cambio de hacer el recado.
Cuatro mil quinientos veinticinco….cincuenta mil pesetas….once mil trecientos cuatro…cincuenta mil pesetas…La cantinela del sorteo de la lotería de navidad se colaba a través de la radio por todo el barrio.




Cincuenta mil pesetas… repetía entre globo y globo de chicle. Así entró en el portal de su casa y así se tropezó con don Tomás.
-Tengo una cosa para ti. Elige. ¿Cuál quieres?
-Este de los gatitos

Afuera hacía frío, se desperezó mientras se levantaba de la cama.
Todas las calles del barrio de su infancia tenían nombre de árboles. Repasó mentalmente: fresno, encina, laurel, roble…

-mira lo que me ha regalado don Tomás y ante los ojos de su madre desplegó un calendario de 1962.

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